Mientras las niñas pequeñas van muy coquetas con sus faldas
coloridas, sus vaqueros y camisetas, sus cabellos al aire llenos de
adornos coloridos como en cualquier ciudad occidental, una vez que llegan a la pubertad se cubren.
La capital yemení, Sana’a, es mas tradicional en ese sentido que Aden,
en el sur. Esa parte de Yemen formaba parte de una antigua posesión
británica (Yemen del Sur) por lo que creo que esa mayor “modernidad”
dede ser herencia del paso “occidental” por la zona .
En Sana’a es mas difícil ver mujeres con el velo islámico con la cara al descubierto. El modelo de hiyab o velo islámico yemení es el nigab, más parecido al chador iraní que al simple pañuelo en la cabeza que solemos ver en mujeres musulmanas en Europa, por ejemplo.
En el caso del chador, se trata de una pieza completa que cubre como una manta todo el cuerpo. En el caso del niqab yemení no es así. Hablamos de un vestido largo y negro,
no excento de sofisticaciones, adornos y multitud de modelos, que se
coloca sobre la ropa normal, como la que tú o yo llevamos a diario.
Sobre él, se coloca el velo propiamente dicho, sobre la cabeza. Cubre desde la coronilla y hasta por debajo de los hombros, y por delante hasta mitad del pecho, dejando una abertura o “raja” para los ojos.
He tenido la oportunidad de verlo, tocarlo, probarlo. Y la tentación
de traerme a casa un velo (por unos 5.000 rials). Al final no lo traje
sólo por respeto. Para mí sería un “objeto extraño”, y para ellas tiene un significado que yo nunca podría compartir.
El velo es de un tejido muy fino, liviano,
translúcido, y también tiene varios modelos para elegir. Los hay
integrados totalmente a la parte del velo que se ajusta a la cabeza; los
hay que se colocan a modo de “barbijo” y luego sobre él la parte
superior. Algunos son cortos para usar con vestidos que tapen la
garganta. Otros se levantan desde abajo para diversas actividades
(comer, beber, etc.) y otros se abren desde uno de los lados. En fin,
toda una variedad impensada para mí en una “moda” que vista de lejos
parece muy uniforme.
Lo mismo podríamos decir de los “vestidos“. La calidad del tejido dice mucho de la dueña,
así como la confección y adornos. Los hay simples y prácticos de
tejidos de algodón y de delicadas telas como el raso, o el satén, la
gasa y demás. En cuanto a decoración, la mayoría son simples pero
también los hay con bordados en las mangas en negro o colores oscuros
(rojos, azules, verdes). En ocasiones se ven con una fina tira bordada o
con incrustaciones que recorre los costados, y hasta he visto con
piedras o bordados con cristales y estrás.
El tema de la moda femenina en las calles de Yemen, para las mujeres,
tiene sus vueltas. No percibí rechazo alguno en ningún momento, a pesar
de llevar el cabello muy corto y no ser “morena”: la antítesis de la belleza femenina yemení. Este simple hecho (que uso el cabello corto y sin tinte) era interpretado tácita y claramente por la mayoría como un signo de que yo debía ser homosexual,
lo que me ganó alguna mirada de soslayo y un par de comentarios movidos
por la curiosidad aunque en general la actitud fue de total
indiferencia. Lejos de ofenderme, me dió “invisibilidad” frente a las
miradas mayoritariamente masculinas de las calle, y así pude observar
sin ser observada demasiado.
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