miércoles, 16 de mayo de 2012

las mujeres en yemen (islam)

Mientras las niñas pequeñas van muy coquetas con sus faldas coloridas, sus vaqueros y camisetas, sus cabellos al aire llenos de adornos coloridos como en cualquier ciudad occidental, una vez que llegan a la pubertad se cubren.
La capital yemení, Sana’a, es mas tradicional en ese sentido que Aden, en el sur. Esa parte de Yemen formaba parte de una antigua posesión británica (Yemen del Sur) por lo que creo que esa mayor “modernidad” dede ser herencia del paso “occidental” por la zona .
En Sana’a es mas difícil ver mujeres con el velo islámico con la cara al descubierto. El modelo de hiyab o velo islámico yemení es el nigab, más parecido al chador iraní que al simple pañuelo en la cabeza que solemos ver en mujeres musulmanas en Europa, por ejemplo.
En el caso del chador, se trata de una pieza completa que cubre como una manta todo el cuerpo. En el caso del niqab yemení no es así. Hablamos de un vestido largo y negro, no excento de sofisticaciones, adornos y multitud de modelos, que se coloca sobre la ropa normal, como la que tú o yo llevamos a diario.
Sobre él, se coloca el velo propiamente dicho, sobre la cabeza. Cubre desde la coronilla y hasta por debajo de los hombros, y por delante hasta mitad del pecho, dejando una abertura o “raja” para los ojos.
He tenido la oportunidad de verlo, tocarlo, probarlo. Y la tentación de traerme a casa un velo (por unos 5.000 rials). Al final no lo traje sólo por respeto. Para mí sería un “objeto extraño”, y para ellas tiene un significado que yo nunca podría compartir.
El velo es de un tejido muy fino, liviano, translúcido, y también tiene varios modelos para elegir. Los hay integrados totalmente a la parte del velo que se ajusta a la cabeza; los hay que se colocan a modo de “barbijo” y luego sobre él la parte superior. Algunos son cortos para usar con vestidos que tapen la garganta. Otros se levantan desde abajo para diversas actividades (comer, beber, etc.) y otros se abren desde uno de los lados. En fin, toda una variedad impensada para mí en una “moda” que vista de lejos parece muy uniforme.
Lo mismo podríamos decir de los “vestidos“. La calidad del tejido dice mucho de la dueña, así como la confección y adornos. Los hay simples y prácticos de tejidos de algodón y de delicadas telas como el raso, o el satén, la gasa y demás. En cuanto a decoración, la mayoría son simples pero también los hay con bordados en las mangas en negro o colores oscuros (rojos, azules, verdes). En ocasiones se ven con una fina tira bordada o con incrustaciones que recorre los costados, y hasta he visto con piedras o bordados con cristales y estrás.
El tema de la moda femenina en las calles de Yemen, para las mujeres, tiene sus vueltas. No percibí rechazo alguno en ningún momento, a pesar de llevar el cabello muy corto y no ser “morena”: la antítesis de la belleza femenina yemení. Este simple hecho (que uso el cabello corto y sin tinte) era interpretado tácita y claramente por la mayoría como un signo de que yo debía ser homosexual, lo que me ganó alguna mirada de soslayo y un par de comentarios movidos por la curiosidad aunque en general la actitud fue de total indiferencia. Lejos de ofenderme, me dió “invisibilidad” frente a las miradas mayoritariamente masculinas de las calle, y así pude observar sin ser observada demasiado.

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